Lorena Victoria S.
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Santiago, CHILE.- La conmemoración del 30 aniversario de la muerte de Elvis Presley la semana pasada –la forma en la que El Rey fue reventado por el mismo sistema que lo llevó al estrellato–, me sirvió de catalizador a la hora de detenerme en la vida de Britney Spears, en la telenovela que protagoniza y que mantiene al “showbusiness” a la expectativa. A la espera de un desenlace.
Debo reconocer lo siguiente: si hay un personaje de la farándula internacional por el cual siento una lástima enorme es, precisamente, esta joven nacida en 1981, que ha pasado del cielo al suelo en apenas un par de años. Ahora resulta que el ex marido, Kevin Federline, utilizará grabaciones y videos captados mientras aún vivían juntos, en el juicio que lleva contra la cantante por la custodia de los hijos de ambos.
Pero, ¿qué pasa con la otrora genio adolescente que asombró al mundo vestida como una audaz colegiala, en el video de “Baby one more time”? A estas alturas y luego de un rosario de situaciones erráticas, sumida en las drogas y el alcohol, habría que concluir que está enferma. Pero creo necesario rebobinar el casete para hablar de esta chica proveniente de Mississippi, hija de una profesora y un trabajador de la construcción.
Siempre impulsada por su madre, llegó a “The New Mickey Mouse Club”, del Disney Channel, siendo apenas una niña y el éxito la sorprendió. Fue lo que siempre soñó, cantar, bailar, ser famosa... pero el asunto se le fue de las manos. A ella y a sus padres, hay que decirlo. Y tan pronto cometió la equivocación de casarse con un amigo en Las Vegas, en un impulsivo acto sobre el cual claramente no rigieron sus sentidos, los ojos del mundo se volcaron sobre ella: algo andaba mal.
Cinco meses después, empezó una relación con el bailarín de bajo perfil K-Fed, como ahora se le conoce, quien en ese minuto dejó a su esposa cuando aún estaba embarazada de su segundo hijo. En lo adelante, el camino de Britney ha sido en una sola dirección: hacia abajo. Ni siquiera la maternidad ha podido salvarla.
Pero K-Fed, fanático de la lucha libre, subió varios peldaños tras su matrimonio. Se dio a conocer como rapero, con un disco pobremente criticado y pésimas ventas; modelo de la línea Five Star Vintage y apareció junto a Britney en el reality “Chaotic”. También tiene en su currículum la película “You got served”. Sobran las palabras: el amigo Kevin no tiene un pelo de tonto.
Sin embargo, es tal el hundimiento de la intérprete de “Toxic” que ahora Federline está a punto de quedarse con la custodia de los dos niños apoyado, incluso, por la madre de Spears, quien sólo visita a sus nietos cuando están al cuidado de su ex yerno.
Siendo objetivos, Britney no está en condiciones de cuidar a sus hijos. Debe sanarse primero. Elvis Presley no pudo hacerlo, pero ella aún puede alejarse del medio que la arrastra a la decadencia, que entierra y opaca sus logros.
El público amante del morbo ansía verla en otro video comprometedor, semidesnuda, sin las curvas de otros días, alcoholizada. Y mientras esto ocurre, K-Fed se divierte en fiestas y discotecas. A lo mejor ni siquiera es capaz de pasar un simple test de doping de manera satisfactoria, pero hay un refrán muy sabio que dice: “En el país de los ciegos, el tuerto es el rey”.
Santiago, CHILE.- La conmemoración del 30 aniversario de la muerte de Elvis Presley la semana pasada –la forma en la que El Rey fue reventado por el mismo sistema que lo llevó al estrellato–, me sirvió de catalizador a la hora de detenerme en la vida de Britney Spears, en la telenovela que protagoniza y que mantiene al “showbusiness” a la expectativa. A la espera de un desenlace.
Debo reconocer lo siguiente: si hay un personaje de la farándula internacional por el cual siento una lástima enorme es, precisamente, esta joven nacida en 1981, que ha pasado del cielo al suelo en apenas un par de años. Ahora resulta que el ex marido, Kevin Federline, utilizará grabaciones y videos captados mientras aún vivían juntos, en el juicio que lleva contra la cantante por la custodia de los hijos de ambos.
Pero, ¿qué pasa con la otrora genio adolescente que asombró al mundo vestida como una audaz colegiala, en el video de “Baby one more time”? A estas alturas y luego de un rosario de situaciones erráticas, sumida en las drogas y el alcohol, habría que concluir que está enferma. Pero creo necesario rebobinar el casete para hablar de esta chica proveniente de Mississippi, hija de una profesora y un trabajador de la construcción.
Siempre impulsada por su madre, llegó a “The New Mickey Mouse Club”, del Disney Channel, siendo apenas una niña y el éxito la sorprendió. Fue lo que siempre soñó, cantar, bailar, ser famosa... pero el asunto se le fue de las manos. A ella y a sus padres, hay que decirlo. Y tan pronto cometió la equivocación de casarse con un amigo en Las Vegas, en un impulsivo acto sobre el cual claramente no rigieron sus sentidos, los ojos del mundo se volcaron sobre ella: algo andaba mal.
Cinco meses después, empezó una relación con el bailarín de bajo perfil K-Fed, como ahora se le conoce, quien en ese minuto dejó a su esposa cuando aún estaba embarazada de su segundo hijo. En lo adelante, el camino de Britney ha sido en una sola dirección: hacia abajo. Ni siquiera la maternidad ha podido salvarla.
Pero K-Fed, fanático de la lucha libre, subió varios peldaños tras su matrimonio. Se dio a conocer como rapero, con un disco pobremente criticado y pésimas ventas; modelo de la línea Five Star Vintage y apareció junto a Britney en el reality “Chaotic”. También tiene en su currículum la película “You got served”. Sobran las palabras: el amigo Kevin no tiene un pelo de tonto.
Sin embargo, es tal el hundimiento de la intérprete de “Toxic” que ahora Federline está a punto de quedarse con la custodia de los dos niños apoyado, incluso, por la madre de Spears, quien sólo visita a sus nietos cuando están al cuidado de su ex yerno.
Siendo objetivos, Britney no está en condiciones de cuidar a sus hijos. Debe sanarse primero. Elvis Presley no pudo hacerlo, pero ella aún puede alejarse del medio que la arrastra a la decadencia, que entierra y opaca sus logros.
El público amante del morbo ansía verla en otro video comprometedor, semidesnuda, sin las curvas de otros días, alcoholizada. Y mientras esto ocurre, K-Fed se divierte en fiestas y discotecas. A lo mejor ni siquiera es capaz de pasar un simple test de doping de manera satisfactoria, pero hay un refrán muy sabio que dice: “En el país de los ciegos, el tuerto es el rey”.
* La autora es periodista.
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